lunes, 18 de junio de 2012

75 ANIVERSARIO DE LOS BOMBARDEOS DE PORTUGALETE: ANECDOTAS CURIOSAS




Finalizamos hoy la colaboración de Tasio Munárriz sobre el 75 aniversario de los bombardeos de Portugalete, que intenta poner un poco de contrapeso a las luctuosas noticias recogidas hasta aquí.
Como también mostramos en la imagen superior, dicho evento lo hemos recogido en el próximo número de Cuadernos Portugalujos que aparecerá esta semana.
El texto de Tasio dice así:

Para acompañar a los escritos trágicos sobre la guerra, redacto este pequeño artículo con hechos curiosos que sucedieron durante los bombardeos.
Además de los bombarderos llegaban cazas que ametrallaban a los transeúntes rezagados que iban a los refugios. Algunos se lanzaban a la Ría y se sumergían para evitar ser alcanzados. La honda expansiva de las bombas en el agua mataba peces y los chavales se dedicaban a recogerlos.
Cuando sonaba la sirena algunas personas no iban a los refugios. Hubo uno que se dedicaba a robar en las casas vacías, hasta que fue descubierto. Otros, los “emboscados”, no salían para no ser detenidos. Eran jóvenes entre 18 y 35 años que, para no alistarse en el ejército, se escondieron en sus casas o en casas de insignes republicanos libres de toda sospecha. Algunos chavales, cuando sonaba la sirena de peligro, iban a las campas de Repélega o de La Florida para contemplar el lastimoso espectáculo de las bombas.
Los refugiados en la bodega de la residencia de Cecilio Goytia, El Ojillo 8, se llevaron todas las botellas de vino y las autoridades municipales registraron sus viviendas para encontrarlas.
El lehendakari José Antonio Aguirre escribió al ministro de Marina Indalecio Prieto una carta quejándose del comportamiento de algunos comandantes de los barcos de las Fuerzas Navales del Cantábrico diciéndole entre otras cosas que
El comandante del submarino que está en Portugalete se pasa el día en el refugio con una silla, provocando la hilaridad de cuantos se acogen en aquel lugar”
En efecto, al comandante del “C-5” los jarrilleros le llamaban “el comandante del túnel”, porque desde primera hora de la mañana iba a coger sitio en el túnel para leer sus libros sentado en una silla.

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