miércoles, 18 de febrero de 2015

EL CALLEJON DEL MUERTO, LOS ENTIERROS Y LOS FUNERALES



En una entrada de facebook con la foto que recogemos en el ángulo superior derecho, se preguntaban sobre el origen del nombre de callejón del muerto, a lo que ahora es la calle Martín F. Villarán. Como no conocemos documentos que avalen las tesis que se han utilizado hasta ahora, la aparición de un muerto en dicho lugar, o constituir el camino por donde antiguamente los muertos de Repélega eran conducidos a Santurce a cuyo concejo pertenecían, Tasio Munárriz, nos envía unos datos sobre los entierros terciando en el tema:
Antiguamente se enterraba a los difuntos dentro de la iglesia de Santa María. Como demostración, en 1962, al quitar la tarima y poner terrazo, aparecieron muchos huesos que fueron llevados al osario de Pando. En 1809 se inauguró el cementerio en la parte trasera del templo, que llamamos “Las Canteras”, tras haber sido el médico titular Angel Abad, quien mentalizó al ayuntamiento de la necesidad de construir un camposanto exterior y propuso ese lugar como el más adecuado “por su elevación, ventilación y alejamiento”. Así Portugalete fue una de las primeras poblaciones en cumplir la Real Orden que establecía la obligatoriedad de tener cementerios al aire libre por razones sanitarias. El de Pando se inauguró en 1878.
Con el Concilio Vaticano II (1961-1965) se instauró la posibilidad de celebrar la misa-funeral del difunto con su cuerpo presente. Desde ese momento el cura ya no iba al cementerio. Anteriormente las honras fúnebres se dividían en dos actos. Uno era el entierro o conducción del cadáver desde el domicilio hasta el cementerio. La avisadora anunciaba en las escaleras de las casas la hora. La funeraria enmarcaba el portal de la vivienda del difunto con el portiel, una estructura de madera de la que colgaban unos paños negros. La familia, después de velar al fallecido rezando rosarios, introducía en la caja una “bula de difuntos” para que pasase menos tiempo en el Purgatorio. Si tenía dinero, contrataba a la Hermandad de San José para acompañar con sus hachas “de respeto” al féretro desde la casa hasta el cementerio, sin pasar por la iglesia. Encabezaba la conducción una cruz procesional, el cura, la caja llevada a hombros (siempre con los pies por delante), en algunos casos las autoridades municipales, la familia y los vecinos. En el cementerio el cura rezaba un Padre nuestro y un responso y el enterrador inhumaba el cadáver.
En la foto inferior de 1955, el entierro del médico Felipe Martínez desde su domicilio de la casa de los tres portales, y su portal con el citado portiel, que se dirigía por Carlos VII al cementerio.
El otro acto era el la misa funeral sin el cuerpo presente, a otra hora, antes o después del entierro. Se ponía una mesa con un “catafalco”, imitación de una caja mortuoria.

¿Y esto qué tiene que ver con el Callejón del muerto? Ignoro hasta qué fecha, pero parte de Santurtzi, desde la puerta de la parroquia de San Jorge hacia acá, pertenecía a Portugalete. Posteriormente pasó a la jurisdicción civil santurtziarra. Pero los barrios de Repélega, Rivas y La Sierra, que pertenecían civilmente a Santurtzi, eclesiásticamente eran parte de la parroquia de Santa María de Portugalete, de forma que el capellán de la fundación Ramón Durañona era coadjutor de esta parroquia y el barrio de Galindo era de la parroquia de Santa María de Sestao. De acuerdo con estos datos, lo lógico es que el entierro de los muertos de la Txitxarra viniese por el “Callejón” hasta el cementerio interior o exterior de la parroquia de Santa María. Y que el de los de Repélega bajase a éstos o posteriormente al de Pando, sin tener que ir a Santurtzi.


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