martes, 28 de marzo de 2017

ESCUDOS DE LAS ÓRDENES Y CONGREGACIONES RELIGIOSAS DE PORTUGALETE (Y 10): ORDEN DE SANTA CLARA



Aunque ya hablamos someramente de este escudo en una de las entradas sobre Heráldica Portugaluja (18), vamos a analizarlo como el resto de los escudos religiosos de las Órdenes y Congregaciones asentadas en la Villa. La que tratamos hoy, ya estaba con nosotros allá por 1550 y con su propio convento desde 1564.
La rama femenina de la Orden de los Hermanos Menores es la Orden de las Clarisas, nacida en la madrugada del Lunes Santo de 1211, cuando la joven de 18 años Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó en busca de Francisco y sus primeros compañeros. Pronto se la unieron varias compañeras que se asentaron en la iglesia de San Damián, que había sido restaurada tres años antes por Francisco. A este, no le gustó la denominación de “Hermanas Menores” y pasaron a llamarse “Señoras Pobres”. Por un canon del Concilio de Letrán, tuvieron que profesar la Regla benedictina, pero al final, días antes de morir en 1253, Clara consiguió del Papa la aprobación de su “Regla”, la primera compuesta por una mujer para mujeres. Hoy en día existen no menos de 800 monasterios, con unas 15.000 hijas de Santa Clara.
Ostentan tanto el escudo de la Orden de San Francisco como la Cruz de San Damián. El primero nos muestra dos brazos cruzados sobre la Cruz Tau o Tao, que es la última letra del alfabeto hebreo (en nuestro caso, una cruz). El primer brazo desnudo representa a Jesucristo y el segundo a San Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana. Cada mano tiene una llaga que representa las marcas de los clavos de recibió Jesús en su pasión y muerte. San Francisco experimentó los estigmas: a él le aparecieron las mismas llagas que sufrió Cristo. A veces, se ponen nubes debajo de los brazos, significando que San Francisco ahora disfruta la Vida Eterna al lado de Jesús. En nuestro escudo, la mano de San Francisco no está perforada.
La talla que encabeza estas líneas estaba en el frente del nuevo altar que se colocó en 1939 tras la reconstrucción del convento que había sufrido grandes daños en 1937. Hoy en día nos recibe en el hall del moderno convento sito en los últimos pisos del edificio de viviendas desde el que se contempla el antiguo convento, hoy reconvertido en el Centro Cultural Santa Clara.
El crucifijo de San Damián es un icono de Cristo, pintado sobre tela después del 1100 y luego pegado sobre madera. Esta cruz de 2,10 m. x 1,30 m. fue realizada para la iglesia de San Damián, de Asís. Los siguientes datos han sido extraídos de www.franciscanos.org
Destaca en el centro la figura de Cristo. Su rostro muestra serenidad. En línea con la bella tradición de los iconos, tiene los ojos grandes, pequeña la boca, casi invisibles las orejas.
La parte superior del icono muestra una inscripción sobre una línea roja y otra negra, con las palabras: «IHS Nazare(nus) Rex Iudeoru(m)», «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos».
Sobre el rótulo, un círculo. En el círculo, un personaje: el Cristo de la Ascensión, abandonando el sepulcro representado en la oscuridad del círculo. Lleva en la mano izquierda una cruz dorada, signo de su victoria sobre el pecado. Alarga la mano derecha en dirección al Padre. A izquierda y a derecha, unos ángeles. Miran a Cristo que entra en la gloria. Un círculo, del que se ve solo la parte inferior simboliza al Padre del que se ve una mano con dos dedos extendidos.
Bajo cada mano y antebrazo de Cristo hay dos ángeles. La sangre de las llagas los purifica, y se derrama por el brazo sobre los personajes situados más abajo. Todos son salvados por la Pasión. En los extremos de los brazos de la cruz, dos personajes señalan el sepulcro vacío y representan a las mujeres que fueron a embalsamar el cuerpo.
A los lados de Cristo, cinco personajes: A su derecha, María y Juan y un personaje pequeño que representa a Longinos, el soldado que atravesó con su lanza el costado de Jesús. A la izquierda, María Magdalena y María, madre de Santiago el Menor. Además, el centurión romano y a sus pies otro personajillo que pudiera representar al jefe de la sinagoga.
En la base de la cruz, los pies perforados por dos clavos. A la derecha, hay dos personajes: Pedro, con una llave, y Pablo. Debía haber otros. El tiempo los ha borrado. La sangre de las llagas se difunde sobre ellos y los purifica.
Sobre Pedro, a media altura frente a la pierna izquierda de Cristo, un gallo en actitud desafiante que evoca la negación de Pedro.
Francisco miró, interrogó con detención a este crucifijo. Y se le convirtió en camino que lo condujo a la contemplación de su Señor. Fue el punto de partida de su Misión: «Ve y repara mi Iglesia». Que tengáis todos PAZ Y BIEN.

JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO

Fotografías: José Luis Garaizabal (2015)

Bibliografía e imágenes del icono:
http://www.franciscanos.org/enciclopedia/moriceau.html


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